martes, 5 de octubre de 2010

Los ríos, fuentes de biodiversidad

Seguimos con el calendario de celebraciones y efemérides. Entre otros calificativos, el 2010 es el año internacional de la Biodiversidad. El 22 de mayo fue del día de la biodiversidad, y hoy, 4 de octubre, día mundial del hábitat. Coincidiendo con el primero, la Consejería de Medio Ambiente presentó el borrador de la Estrategia Andaluza de Gestión Integrada de la Biodiversidad (1). En el día de hoy ha tenido lugar en Puerto Real (Cádiz) la mesa de trabajo sobre la valoración provincial de dicha estrategia.
Viviendo ríos quiere contribuir a la difusión y análisis de la Estrategia durante el proceso abierto de participación aportando reflexiones o ideas generales en torno a nuestros ríos. El objetivo final es enriquecer el debate y, en la medida de lo posible, concretar la definición de objetivos, líneas estratégicas y acciones de gestión en el medio fluvial como fuente importante de la biodiversidad andaluza.

Río Guadajoz, Puente de Piedra (Baena, Córdoba)
La biodiversidad
Hoy hablamos de lo bio para caracteriza algo relacionado con la vida. La biología, la bioquímica, la bioingeniería o la biotecnología, son ciencias en lo que lo vivo es materia de estudio general o específico del mundo de la ciencia y la tecnología. Utilizamos también el prefijo para nombrar procesos relacionados con los seres vivos como biodegradable, o para anunciar no sin polémicas (1) productos o servicios respetuosos con el medio ambiente (agricultura, producción biológica, etc.).
La idea de diversidad alude a variedad y abundancia de algo. Así entendemos lo diverso con un conjunto de elementos diferentes más o menos abundantes, y en una proporción determinada. No es lo mismo una caja de herramientas llena de tornillos, que otra repleta de tuercas, puntillas y herramientas.
El término biodiversidad alude a la variedad y variabilidad (cualidad de lo variable) de lo vivo. Recoge la diversidad de nuestro propio material genético, así como el de otros seres vivos que ha permitido la aparición de razas, poblaciones o tipos bien adaptadas a un ambiente físico determinado. Recoge también, la variedad de especies que viven en un conjunto dado de condiciones, así como de diferentes conjuntos de individuos o especies que se relacionan entre sí y con el medio físico que les rodea.
Entendemos por tanto que la biodiversidad recoge la variabilidad de lo vivo dentro de cada especie (diversidad genética), entre especies (diversidad específica) y ecosistemas (diversidad ecológica).
El hombre como especie y un elemento más del ecosistema contribuye de forma intrínseca a esta idea de biodiversidad. Pero más allá de esta aportación directa, el hombre modifica los flujos de materia, selecciona o elimina especies y variedades locales de flora y fauna, y crea paisajes de más o menos calidad visual y ambiental. Es una especie más pero también una fuente de biodiversidad que asociada a su cultura modifica y transforma el medio físico y biológico que le rodea.
Diversidad genética, específica y ecológica en ríos
Muchos y variados son los seres vivos que habitan un río. En el agua, en el fango, o en la ribera, la lista de especies recoge un número importante de plantas, invertebrados y vertebrados. Cada especie contribuye a la riqueza y diversidad específica de cada tramo de río. Desde el curso alto hasta la desembocadura, las características del río cambian en un gradiente continuo de carácter longitudinal que modifica aspectos clave de su morfología (anchura, profundidad), régimen de caudales y parámetros físico-químicos. Para cada conjunto de condiciones y valores aparecen y desaparecen conjuntos o asociaciones de especies de referencia. El pescador sabe de estos cambios y no buscará truchas en el tramo bajo, ni picones en la cabecera del río.
Pero el pescador de barbos sabe también que el barbo del Guadalete siendo igual que el del Bémbezar, tiene algo distinto, un color más amarrillo en la barriga, y casi que parecen algo más pequeños; y el de truchas, reconoce fácilmente el ejemplar de río del que la cuba soltó cuatro días antes. Esta variedad de colores o tamaños, es la consecuencia de la aparición y en su caso de la introducción de diferentes tipos o subpecies asociados al aislamiento de una misma especie en diferentes cuencas o a la repoblación de diferentes variedades más fáciles de reproducir que el tipo autóctono o local.
Con estos dos párrafos he intentado transmitir de golpe y porrazo ideas y conceptos técnicos que en el ámbito de la ecología son objeto de tratados, tesis e investigaciones abiertas que ocupan años de trabajo y miles de páginas de ciencia. Espero que nadie se sienta ofendido por el intento, y vea en mis palabras banalidad alguna, más bien, insisto, un intento de acercamiento de lo técnico a lo cotidiano de nuestro entorno.
La biodiversidad cultural
Si la diversidad genética, especifica y ecológica de un río depende de distintos factores naturales, es el hombre el que a escala local o cuenca añade otra importante fuente de variabilidad. Generalmente asociamos a la intervención humana efectos negativos como la pérdida de biodiversidad. La alteración física, química y biología de los ríos, con la modificación del caudal natural, contaminación e introducción de especies, tiene consecuencias negativas a nivel de especie y de ecosistema. Algunas especies desaparecen y otras ven como sus poblaciones aumentan de forma desproporcionada en un ambiente modificado. La disminución del número de especies así como la dominancia de unas pocas especies simplifican la estructura de la asociación y conducen a un descenso de la diversidad.
Sin embargo, en el ámbito mediterráneo de nuestro territorio, hombre y río han interaccionado de forma continua desde paleolítico hasta nuestros días (2). Primero fue la caza y la pesca en las riberas y cursos de agua, luego la ocupación del espacio fluvial para el asentamiento del grupo en las terrazas superiores y el inicio de la agricultura en las inferiores. Más tarde llegaría el regadío, los grandes embalses y los problemas de contaminación. Pero entre el prólogo y el cierre del penúltimo capítulo de nuestra historia, el hombre ha desarrollado prácticas y sistemas de aprovechamiento en los que intensidad de uso y generación de recurso se equilibraban.
Antes de explotarlo, el hombre ha vivido del río, de sus aguas y de sus riberas. Mimbres, ólmos y fresnos ofrecían materia prima para hacer el canasto, las vigas o los aperos; la enea y el carrizo fibra para confeccionar asientos, alfombras y persianas distintas a las de esparto; y la grama y la alameda alimento para el ganado.
El cántaro cargado de agua del río llenaba el botijo, la azua elevaba el agua lo justo para el emboque en el caz de la rueda o la ceña y luego a la acequia. Las nasas de mimbre o taraje cogían barbos y bogas, pero también anguilas, y más abajo, sábalos y sabogas.
Para mantener estos recursos, el hombre sabía que no había que talar los árboles en demasía ni hacer leña de la ribera, que no se podían sacar piedras del río, ni utilizar cal ni otros inventos para la pesca (3); que había que mantener la mimbre y el taraje negro para que no faltarán varetas, como tampoco enea ni junco; que había que proteger las ruedas y caces con olmos y álamos del envite de la corriente y la avenida, y así muchos otros saberes que mantuvieron vegetación del río, sus peces y sus aguas. Todo una cultura ya vieja del agua que olvidada por el peso de la tecnología, la aparición de nuevos materiales y modernos estilos de vida, generó espacios de máxima diversidad como una dehesa fluvial que hoy abandonada se transforma en soto monoespecifico de taraje rojo o simplemente desaparece.

(3) Antiguas Ordenanzas de la Villa de Baena (Siglos XV y XVI) recogidas por Francisco Valverde y Perales en 1907, y reeditadas por el Ayuntamiento de Baena en 1998.