viernes, 26 de agosto de 2016

¡Turismo para todos!

Desde 1980 la Organización Mundial del Turismo (OMT) celebra cada 27 de septiembre el día mundial del turismo, una efeméride de carácter internacional que recuerda la aprobación, diez años antes, de los Estatutos de la principal organización institucional en el ámbito turístico dependiente de las Naciones Unidas [1].


Cada año la OMT establece un tema y mensaje institucional a difundir: 1 Billón de turistas, un billón de oportunidades (2015), Turismo y Desarrollo Comunitario (2014), Turismo y Agua, protegiendo nuestro futuro común (2013), entre otros. Este año con el lema Turismo para todos la OMT llama la atención sobre la accesibilidad, tema que debería de estar en el centro de las políticas turísticas como derecho propio pero también de estrategias empresariales como mercado potencial y oportunidad de negocio según Taleb Rifai, Secretario General de la OMT [2].


En una ciudad como Córdoba, en la que la actividad turística es elemento fundamental de desarrollo económico y social, el sector reclamará así su implicación con el mensaje institucional. Desde lo público, se hablará de como el Plan Estratégico de Turismo de Córdoba 2015-2019 [3] contempla el reto fundamental la mejora de la accesibilidad de la oferta turística cordobesa, así como la elaboración de una guía y rutas de turismo accesible dentro de las actuaciones que se plantean en torno a la mejora de la calidad e innovación del destino Córdoba. Desde lo privado, iniciativas como las de nuestro amigo Rafael Calvo de Ecotur accesible [4] harán de este día, un día especial de celebración, pero también de reivindicación de su compromiso y lugar en el sector.


Desde Viviendo ríos, nos apuntamos temprano a este día, sumándonos de antemano a la celebración, pero también a la reivindicación de una mayor accesibilidad a un espacio turístico de carácter monumental y natural como el río Guadalquivir en Córdoba.


Celebramos espacios como el entorno del Molino de San Antonio, lugar singular y único donde todos podemos llegar a tocar y sentir el río como algo mágico y vivido, repleto de naturaleza e historia. Celebramos también el Molino de Martos, museo del agua también singular por su entorno y contexto histórico y natural, pero sobre todo, por ser uno de los pocos museos de este tipo donde cualquier visitante puede acceder a salas como la de la molienda, poco accesible en la mayoría de los casos.
 
Sin embargo, también reivindicamos más espacios de acercamiento y contacto directo con el río tanto en el entorno monumental como en los parques y paseos de la ribera diseñados más como balcones y ventanas que puertas a la corriente; molinos más accesibles y abiertos, con un compromiso de todos y para todos para hacer del Guadalquivir en Córdoba un espacio abierto y accesible, vivo y vivido, para los que viven y visitan nuestra ciudad.
 
 
[2] http://wtd.unwto.org/es/content/mensajes-oficiales-para-el-dia-mundial-del-turismo-0

[4] http://ecotourcordoba.com/es/

lunes, 22 de agosto de 2016

El Guadalquivir en Córdoba (2), David Roberts (1796-1864)

Andalucía en el siglo XIX fue espacio romántico de viajeros en busca de cigarreras, bandoleros y otros tópicos típicos de un pasado glorioso, casi de leyenda, de Tarsessos, La Bética o Al-Andalus. Antes de que las primeras fotografía sepias mostraran al mundo paisajes y tipos andaluces, pluma y pincel retrataron un territorio pleno de romanticismo, pero también de mosquitos, polvo y caminos imposibles.

Córdoba fue parada obligada de este gran tour literario y artístico. De la plétora de artistas y escritores que hicieron de Córdoba musa e inspiración de narraciones o lienzos, recordamos hoy a David Roberts (1796-1864), pintor de paisajes fluviales como los del Guadaíra y el Guadalquivir en Sevilla y Córdoba.
En Córdoba, la Mezquita-Catedral y el río llamarón la atención de Roberts de forma especial. La panorámica desde la orilla izquierda en el entorno del Campo de la Verdad recoge una imagen habitual de la ciudad, con el molino de San Antonio en primer plano, el puente romano y la mezquita al fondo [1].

La Torre de la Calahorra aparecerá como protagonista en otra obra, quizás menos conocida, en la que sorprende la imagen construida desde la base del molino de San Antonio [2]. Desde la misma orilla izquierda, ahora aguas arriba del puente, de nuevo aparece la mezquita como elemento principal de la escena [3], incluyendo una imagen inédita de la margen derecha previa a la construcción del muro de defensa. Es este muro el que podemos ver en otra imagen dibujada en el entorno del embarcadero del Paseo de La Ribera [4].
Robert dibuja también otros edificios del entorno monumental como el Alcázar sin perder la referencia del Guadalquivir y sus molinos [5,6]. Del molino de la Albolafía existen varias obras en las que aparecen elementos que se perdieron con la reconstrucción de la noria de Félix Hernández y otros edificios como la Iglesia de San Nicolás de la Ajerquía [7,8].

En próximas entradas abordaremos la precisión descriptiva de estas y otras imágenes similares como parte de un análisis más amplio en el ámbito de la geografía histórica y la arqueología del paisaje del Guadalquivir en Córdoba.
[1] Great Mosque and Palace of the Archbishop, Cordova, 1837
 
[2] Moorish tower on the bridge at Cordova (*)
[3] The Great Mosque & the Alcazar. 1845
[4] Cordova, looking down the Guadalquivir, 1836
5] The Alcazar or Palace of Moorish Kings at Cordova, Jan. 19th 1833
[6] Alcazar, or prison of the Inquisition, Cordova, 1836
7] Remains of a Roman Bridge at Cordova, Jan 16th 1833
[8] Mill and Bridge on the Guadalquivir, Cordova, 1837
Fuente de imágenes:

GÁMIZ, A.; GARCÍA. A.J. (2015). David Roberts en Córdoba. Vistas de paisaje y arquitectura hacia 1833. ARCHIVO ESPAÑOL DE ARTE, LXXXVIII, 352: 367-386
(*) http://www.artnet.de/künstler/david-roberts/castillo-de-la-kalaorra-on-the-bridge-at-cordov-aa-HG89LzbhjNLaHWCdW2a26w2

Para saber más:
ARROYO, F. (2012). Imágenes de molinos y artificios hidráulicos en las iconografías urbanas de los siglos XVI y XVII. Cuadernos de Geografía 51: 36-52.

GÁMIZ GORDO, A.; ANGUÍS CLIMENT, D. (2005). Edificaciones fluviales cordobesas. La imagen gráfica como medio de conocimiento de construcciones históricas. Actas del Cuarto Congreso Nacional de Historia de la Construcción. Cádiz 27-29 enero 2005.

GÁMIZ, A.; GARCÍA. A.J. (2012). Vistas del Alcázar de los Reyes Cristianos de Córdoba hasta mediados del siglo XIX. Reales Sitios 193: 4-19.
GÁMIZ, A.; GARCÍA. A.J. (2015). David Roberts en Córdoba. Vistas de paisaje y arquitectura hacia 1833. ARCHIVO ESPAÑOL DE ARTE, LXXXVIII, 352: 367-386

domingo, 21 de agosto de 2016

Historia de un arroyo, Élisée Reclus (1830-1905)

Historia de un arroyo de Élisée Reclus (1830-1905) es un libro de historia natural y humana, de geografía física y social, de naturaleza y sociedad, en la que el agua en forma de fuente, corriente, arroyo y río, y el hombre, como niño y adulto que juega o pasea en la ribera, molinero y obrero de molino y fábrica junto al río, son protagonistas.

Historia de un arroyo no es un libro de viajes al uso de finales del siglo XIX y principios del XX, en el que lo romántico describe un paisaje y paisanaje repleto de retórica histórica y salvaje. Pero si es un libro en el que infinitas gotas de agua recorren un camino sin fin desde la nube a la montaña, pasando por barrancos, valles y estuarios hasta llegar al mar, y vuelta a empezar. También aparecen ninfas y náyades que nos recuerdan la magia del agua  [1] y corrientes de agua de la Arcadia soñada, como imágenes de referencia de lo que nuestros arroyos y ríos deberían de ser.
Para los que nos gusta leer y releer libros con un lápiz, el texto de Reclus se convierte en recopilatorio continuo de notas al margen y subrayados, casi un compendio infinito de citas obligadas y ejemplo de lo que es vivir y amar la corriente del agua.
Y es que cuando se ama un arroyo, no es suficiente con mirarlo, estudiarlo o pasear por sus orillas, hay que buscar un conocimiento más íntimo bañándonos en sus aguas y convertirnos en tritón como nuestros antepasados.
Quand on aime bien le ruisseau, on ne se contente pas de le regarder, de l’étudier, de cheminer sur ses bords, on fait aussi connaissance plus intime avec lui en plongeant dans son eau. On redevient triton comme l’étaient nos ancêstres.

lunes, 15 de agosto de 2016

Paul Gwynne y el Guadalquivir

Ernest Slater no gustaba de ranas, menos aún de sapos. De insignificantes y fanfarronas tildaba el autor a las primeras que ni siquiera merecía la pena mirar; y a los sapos, tenores desafinados del Guadalquivir, dedicaba epitafio singular por hablar demasiado.

Ernesto, que escriba con el pseudónimo de Paul Gwynne sobre el Guadalquivir a principios del siglo pasado, no era amante pues de batracios, y parece que tampoco de galápagos y culebras. Sin embargo, Ernesto, como otros viajeros románticos que lo precedieron, era alma enamorada del pasado glorioso del Gran Río, y además defensor acérrimo del regeneracionismo hidráulico y el determinismo fluvial, cuestiones no exentas de polémica bien entendida, pero justificadas desde la formación y experiencia del autor en eso del agua, el regadío y la electricidad.
El Guadalquivir, su personalidad y sus gentes es un libro sobre el viaje que el autor realiza acompañado de Ángel Pizarro, maestro malogrado por caer en el vicio de escribir y en la irrefrenable pasión por los libros. Desde Quesada a Sanlúcar viajero y guía recorrerán caminos de carne o herradura, llenando las alforjas de historias, tipos y quizá tópicos también de los pueblos y gentes del Guadalquivir y por extensión de Andalucía.

Cerca ya del décimo aniversario de la primera edición traducida por Victoria León, dedicamos esta entrada a Ernest(o) Slater (1869-1942) que no gustaba de ranas pero sí de cigarreras y bailaoras de boleros, princesas hechizadas que sin saberlo Ernesto cantaban a orillas del Guadalquivir en las noches de luna clara.

viernes, 12 de agosto de 2016

El Gualdalquivir en Córdoba (1)

El Guadalquivir en Córdoba fue río vivido, corriente de agua parada y giro de rueda y rodezno. Lavadero de agua clara, ruta de pineros y gancheros. Paso y paseo de barcas, vado y abrevadero bravío, arenal de areneros y peceros de agua dulce de taberna y tapa de adobo y escamas.

El Guadalquivir en Córdoba fue también rio vivo, de crecida súbita de arena y agua turbia, hábitat de bichos y plantas, madera de viga de chopo y teja verde de choza y chozo de orilla, de peces y ranas, pájaros y cabras.
El río vivo y vivido llegó a ser un no-río muerto de aguas negras de alcantarilla y alpechín, refugio de carpas y paraíso perdido de anguilas, bogas y esturiones, un no-río vacío de gente y recuas, arrabal olvidado casi maldito arropado de muros de piedra de hormigón, en un intento tras otro de dominar crecidas y mirar más el paso del tren que la corriente del agua.
El río volvió a ser río como corriente de agua turbia de Góngora, con orillas en ocasiones verdes repletas de vegetación y pluma ,y en otras grises llenas de hormigón y jardines de balcón con pájaro de hierro incluido; molinos recuperados y cubiertos de barro con un muro de vegetación que impide la mirada cómplice río-ciudad, ciudad-río.
El río se despertó poco a poco para ser río visto más que vivo o vivido, un espacio más para mirar desde el balcón y el puente que para sentir y tocar desde la orilla o la corriente. Se despertó también una nueva conciencia-río que en forma de plataforma de río vivo reclama un nueva cultura de río, o lo que es lo mismo, una nueva forma de ver, hacer y sentir en el río.
Imágenes:
http://www.naif.enredados.com/cuadros.html